Un Santo laico de nuestro
tiempo
Este
seglar del siglo XIX, cristiano en un mundo secularizado, fue un auténtico
profeta de su tiempo en la Iglesia a la que él "ama con gran amor y
sumisión."
Nacido
en Milán el 23 de abril de 1813, fallecido en Marsella el 8 de septiembre de
1853, Antonio Federico Ozanam ha sido, según Lacordaire, uno de las figuras
relevantes del Catolicismo en el siglo de XIX.
En 1833
funda, junto a unos pocos amigos, la Sociedad de San Vicente de Paúl. Cuando
deciden ir al encuentro de los pobres, Emmanuel Bailey, el mayor entre los fundadores
de la Sociedad, les envía a Sor Rosalía Rendu, Hija de la Caridad, gran apóstol
y sierva de los desheredados del barrio parisino de Saint-Médard. A partir de
ahí, el estilo de las conferencias será la visita domiciliaria y la relación
directa con el que sufre. Hoy las conferencias se han extendido por todo el
mundo. En tiempos de revolución en la sociedad y en la Iglesia, Ozanam y sus
amigos se propusieron tener, además de las conferencias de historia, las
conferencias consagradas a la caridad, unir la acción a la palabra y afirmar
con las obras la vitalidad de su fe.
Federico
Ozanam se casó en junio de 1841 con Amelié, con quien tuvo una hija, Marie,
nacida en 1845. Ozanam sigue siendo un modelo admirable de amor matrimonial; ya
que fue una persona casada que edificó una comunidad auténtica de fe y de amor
con su esposa y su hija. Con su ejemplo anima a hacer lo mismo a todos los que
están casados.
En 1848
participa en el lanzamiento del periódico "L'Ere Nouvelle" (La Nueva
Era) en el cual se esfuerza por " transmitir el espíritu de la Cristiandad
en las instituciones republicanas". En el mismo año se presenta para un
mandato de diputado en la Asamblea Nacional Constituyente. Su avanzado programa
proviene de una intuición profética que le permitía vislumbrar la creciente
separación entre el fuerte y el débil, el rico y el pobre.
Su pensamiento ha impregnado ampliamente el
catolicismo. Está presente en la encíclica "Rerum Novarum" del Papa
León XIII, publicada en 1891, treinta y ocho años después de su muerte.
Su salud le obligó a abandonar
tempranamente la enseñanza, considerada por él como un apostolado y dedicó sus
últimas fuerzas a la investigación científica y a la Sociedad de San Vicente de
Paúl. Falleció a la edad de 40 años, en una actitud de total entrega a Dios.
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